En cierta ocasión en que se celebraba un banquete en la cofradía a la que Isidro pertenecía, Isidro se retrasó bastante por estar haciendo oración en la iglesia. Mientras se dirigía apresurado al lugar, fue seguido por un grupo de mendigos. Tanta fue la tardanza que llegó cuando se había acabado. Le recibieron con disgusto diciéndole que sólo le podían dar el almuerzo a él, pues únicamente habían dejado su parte reservada, siendo imposible dar nada a quienes le acompañaban. Isidro contestó que su porción bastaría para él y para el resto. Comenzó el reparto, habiendo para todos y además sobrando.